domingo, 24 de febrero de 2008

Noticia de ninos de la calle en Pereira que se quedarían sin "su casita".

El centro que ayuda a menores en riesgo dejó de recibir ayuda de la Comunidad Europea y solo tiene plata asegurada hasta finales de este mes.Un joven a punto de llegar a la mayoría de edad se pone nervioso al pensar que pronto deberá irse de 'La Casita', un centro de acogida para menores en riesgo de calle en Pereira, donde aprenden, comen y se recrean.Su temor se explica en lo que ha sufrido cuando ha estado en el 'Centro para la Reeducación de Menores (Creeme) Marceliano Ossa', a donde son trasladados los jóvenes delincuentes."Los 'tombos' me han cogido drogado y otras veces me han metido droga, por eso he ido tres veces al 'Marceliano'. No quiero volver allá, me gusta quedarme en 'La Casita", dice él.'La Casita' hace parte de la Unidad Temporal Acunarte, que por estos días pasa afugias económicas pues el 31 de diciembre se acabó la ayuda que les brindaba la Unión Europea y la Alcaldía cambió de administración.Por falta de plata, ahora solo atiende a menores de 0 a 17 años en un solo centro -antes eran tres- ubicado en el barrio 20 de Julio y su capacidad de recibir a esa población bajó de 1.180 menores a 60.María Consuelo Miranda, coordinadora de la entidad, dice que por la falta del acompañamiento, muchos niños han vuelto a la calle y lamenta que se pierda el trabajo que se estaba haciendo con ellos.Un oasis entre el peligro'La Casita' funciona en una construcción vetusta del centro. En el primer piso hay una ludoteca, en una de sus paredes está incrustada una estantería con libros, mapas y rompecabezas.Para ingresar al segundo piso se sube por unos escalones desgastados de cemento. Allí están dos cuartos con camas. Luego están el comedor, la sala de cine y televisión y la puerta que da acceso a la cocina.El lugar ha sido por tres años la solución para que niños con riesgo de calle no se sumen a los 1.016 menores que desde enero del 2007 han sido capturados y trasladados al Creeme, al que comparan con una prisión.Simón Darío Romero, un educador de 'La Casita', afirma que allí les enseñan a los muchachos a reconocer su propio valor. Este es un lugar de puertas abiertas y se ha logrado la sensibilización de 165 menores. Entre ellos está un afrocolombiano de 14 años, que lleva doce meses en 'La Casita', y acaba de entrar a séptimo grado en un colegio gracias a un programa de la fundación."No es por darme fama, pero a mí me va bien en el estudio y quiero ser abogado", explica el muchacho mientras deja escuchar su carcajada.Pero su suerte no la tienen todos. Hay un joven que estuvo varios meses en el 'Marceliano Ossa' y pese a haber recobrado su libertad, le pidió a la Policía que lo deje allí pues, según dijo, su familia en Popayán no tiene dinero para pagar su regreso.Por ahora él está en aislamiento voluntario, meditando en un cuarto de reflexión, donde lo acompaña una letrina de cemento, una cobija y una colchoneta, así como varios dibujos y toda clase de mensajes grabados en las paredes.Para él 'La Casita' podría ser una alternativa para alejarse del delito y expresa que ese es su deseo.ICBF y Alcaldía les dieron la mano, pero necesitan más.En enero, Acunarte se pudo mantener con apoyo de Audifarma y hasta finales de este mes cuenta con recursos para alimentación y pago de empleados con ayuda del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y la Alcaldía.Sin embargo, la atención está restringida y para marzo no hay certeza de que siga funcionando. María Consuelo Miranda explica que el proyecto necesita 40 millones de pesos al mes y por eso está tocando puertas en las empresas privadas. Las esperanzas de continuar están fincada en una licitación que sacó el ICBF y en una nueva evaluación del proyecto que anunció la Unión Europea.

Comentario: "La Casita" es una fundación que se encarga de criar a ninos de la calle y suplir sus necesidades básicas. Parece que esta fundación se quedará sin recibir las entradas económicas que le brindaba la unión Europea, ya que ésta no tiene fondos suficientes para centrarse en esta campana. Los ninos que pertenecen a ésta, tienen miedo de quedarse sin su hogar, ya que ahí pasan el mayor tiempo de su vida y es la el hogar que siempre les falto. Es triste saber que estos ninos tienen posibilidades de volver a la calle como último recurso.

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